Hay multitud de pequeños detalles que a casi todos nos pasan inadvertidos, pero que, si los tenemos en cuenta, nos podrían ahorrar, en suma, una cantidad mensual nada desdeñable. Comenzamos.
- Desenchufar aquellos aparatos que no estemos utilizando. Una cosa que casi todos sabemos y que muy pocos ponen en práctica.
- Llenar todo lo posible la lavadora y el lavavajillas. Cuantas más prendas y utensilios de cocina queden lavados de una sola atacada, mejor.
- Desenchufar dispositivos como el escáner, la impresora y altavoces si no están siendo utilizados.
- Bajar la iluminación de la pantalla de los ordenadores, no utilizar salvapantallas y no caer en la proverbial trampa de dejarlos en modo “stand by”.
- Es cierto que hace un calor tórrido, desértico, pegajoso y difícil de soportar, pero utiliza el aire acondicionado solamente cuando sea imprescindible.
- Sustituir el uso del aire acondicionado por el del ventilador. Aunque no surta el mismo efecto que el primero, la brisa del segundo es digna de goce, deleite y agradecimiento.
- Uno de los grandes placeres matutinos es cantar en la ducha, pero es un disfrute tan fugaz que nada cambia si pisas el acelerador a la hora de ducharte. Tu factura del agua lo agradecerá.
- En el caso de que tengas una segunda residencia, te aconsejamos bien, buscar tarifas especiales para tu segunda casa, o bien, cortar el suministro eléctrico (siempre y cuando compense tomar esta medida teniendo en cuenta el precio de darse de alta).
- Instala bombillas de bajo consumo, electrodomésticos eficientes y un termo eléctrico.
- Ventilar de forma regular para evitar el trance de lidiar con humedades, algo de vital y capital importancia.
Si tienes en cuenta este decálogo de sabios consejos, tu bolsillo lo notará en la factura de casa.
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