La banca no es sólo la primera inmobiliaria del país, también es uno de los mayores caseros. De entre lo más florido de su ingente cartera de viviendas, vende aquello de más calidad y alquila lo que no encuentra comprador. En estos años, bancos y cajas han profesionalizado esta función y, centradas en los números, sus gestoras son inflexibles con los precios -en principio- e implacables con los impagos y la devolución de fianzas.
«Para todo necesitas un burofax», se queja Nacho, de 31 años, que vive en un piso de alquiler propiedad de La Caixa. Por contra, Carlos, un joven madrileño que vive solo en una casa alquilada a un particular, afirma que en ocasiones ha acordado aplazar pagos, o pagar menos algunos meses y compensarlo en los siguientes. Dice que aunque la relación con su casero «no es estupenda, suele ser mucho más flexible».
Ante un banco, los inquilinos «se sienten más desamparados porque no es una relación de consumo», afirma Mercedes Robles, directora comercial de Arrenta.
Un propietario poderoso
«Un inquilino quiere recibir las mismas seguridades que si fuese un particular», pero el banco está despersonalizado, el inquilino «necesita un interlocutor válido y formado», y el banco no cuenta con una figura así, asevera Antonio Carroza, consejero delegado de Alquiler Seguro. Sin embargo según la experiencia de Robles «hay bancos que tienen un departamento específico de alquiler».
Las entidades bancarias muchas veces tienen en propiedad todas las viviendas de un mismo bloque, por lo que además pueden tomar decisiones sin consultar a sus moradores, lo que genera situaciones incómodas entre los arrendadores. «Nosotros teníamos portero las 24 horas, e intentaron quitar el de noche sin consultarnos y sin bajarnos las cuotas», cuenta Nacho. «Los inquilinos quieren que la capacidad de negociación se dé en igualdad de condiciones», y el banco genera «miedo a no tener capacidad de decisión», explica Carroza.
El sociólogo Gerardo Neistat explica que aunque es una tendencia alcista, aún queda mucho camino. «El gran reto para este país es pasar de la cultura de la propiedad a la del alquiler», afirma. Esta cultura del alquiler no es solo el hecho de fomentar esta modalidad, supone también «una modernización de la sociedad», añade Neistat.
Precios más ajustados, pero innegociables
Sin embargo, el banco puede ofrecer precios más ajustados. Carroza explica que «tienen mayor capacidad para bajar el precio en el mercado. Y este junto con la localización son los dos factores principales que busca un inquilino».
Robles matiza que «los precios [con el banco] son un poco más baratos porque quieren darles salida y tiene más flexibilidad para bajar los precios, pero el nivel de negociación es nulo». Es decir, quizás encontremos buenas ofertas con un banco, pero con un particular siempre queda margen para negociar una rebaja o un acuerdo de mejora a cambio de un precio rebajado, algo impensable con el banco.
Por no dejarlos vacíos
La entidad bancaria rebaja los precios de su ‘stock’ en alquiler para que resulten más llamativos porque necesita dar salida a su excedente. «Alquilan los pisos por no dejarlos vacíos, porque no venden», explica Mercedes Robles, directora comercial de Arrenta. Es decir, que «se han convertido en inmobiliarias, pero ellos no son profesionales del sector, carecen de formación específica», sostiene Carroza.
Lo que parece que sí está claro es que el alquiler se perfila cada vez más como una mejor opción, al menos entre la población más joven. «No me planteé comprar en ningún momento porque siendo uno solo el precio para comprar no es viable», afirma Carlos. «Aunque el alquiler es alto, exige menos compromiso», sostiene Nacho.
Fuente: El Mundo